En estos tiempos difíciles, encontrar un relato como ‘Érase una vez en Moore’, de Kía Morris, permite a la ilusión tomarse un respiro. Primero, por la precocidad de la autora, una niña de apenas 11 años que se atreve a estructurar una historia y a presentarla ante nuevos lectores a manera de libro, y, segundo, por la trama misma de lo contado.
El texto de Kía Morris nos habla con sencillez de los sueños y de la capacidad de las personas para construirlos con esfuerzo y perseverancia. Pero nos pone en alerta, también, frente a la soberbia, la discriminación y el autoritarismo.
Milky y Charlotte, las protagonistas de Kía Morris, son anverso y reverso de las actitudes humanas y podríamos mirarnos en ellas como en un espejo. Si de verdad no somos enteramente buenos ni absolutamente malos –excusarán el recurso maniqueo–, nunca está de más que una autora joven nos recuerde los márgenes más visibles de nuestra realidad cotidiana.