El príncipe Enrique el “El Navegante” es una figura que de mejor forma explica el porqué Portugal se convirtió en una potencia marítima a mediados del siglo XIV, y cuya consecuencia posterior fue la construcción de un verdadero imperio ultramarino. Precisamente fue el infante don Enrique quien tuvo el liderazgo de la expansión marítima (1415-1460) y fue con él cuando este pequeño reino europeo construyó las bases para ser el gran dominador en el Atlántico centro y sur, y cuya primera
etapa se cerró con el hallazgo del cabo de Buena Esperanza en 1488, gracias a un proceso estratégicamente planificado que bien merece la pena analizar y, que como en todo período de la historia, si
bien tuvo luces y sombras, nos entrega interesantes aprendizajes.