En este libro, o juego extraordinario, Aragón regresa a jugar con Pepito Saltarín y los soldaditos. Después de treinta años lo ha encontrado en un armario de olor a naftalina entre los recuerdos de las caricias maternales y la ausencia paternal. Y luego nos lleva “detrás del arco iris” porque allí, Mario Aragón nos dice: “los niños juegan sin temor a los demonios del hombre”.