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ISBN 978-612-47909-6-6

Un clavel en el pulmón
(historia y testimonio de las voces extraviadas de una guerra que no cesa)


Autor:Quispe Torres, Daniel
Editorial:Solydanza E.I.R.L.
Materia:Literatura peruana
Público objetivo:General
Publicado:2023-10-31
Número de edición:1
Número de páginas:131
Tamaño:14x20.5cm.
Precio:S/10
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

El alfabeto del sacrificio como poética en Un clavel en el pulmón

Al estilo de Boccacio en el Decamerón, Daniel Quispe nos entrega Un clavel en el pulmón, cien poemas que narran testimonios de una larga historia de combate contra la miseria, la injusticia y todo tipo de artefacto de poder y esclavitud; estos nos hacen partícipes de un viaje en tren el cual se repite por distintos acontecimientos que parecieran estar concatenados por la muerte. Por fortuna, el alfabeto del sacrificio genera un hilo de acción y esperanza: el amor por la amada, en representación de la tierra donde habitamos y los ideales más supremos de bienestar son la motivación para escribir de la libertad en muros, calles y prisiones.
Al explorar los poemas, se corre una suerte de jornadas o círculos, espacios o estados; se podría decir que reflejan una estructura significativa: estructuras mentales del discurso del texto que revelan una homología con las estructuras mentales de las totalidades histórico-sociales tal como postulan Lucien Goldmann y otros autores desde la sociología literaria. En tal sentido, el poemario cuenta con un cuerpo estructurado con sumo trabajo. De inicio, en el poema 0, se introduce la acción de viaje y búsqueda, exponiendo no solo el dolor y anhelo de un individuo sino también el del otro. Del poema 1 al 10, se contextualiza un espacio lleno de ceniza, derramamiento de sangre, polvo y miseria, muerte y desapariciones, toque de queda, temores y dudas.
En seguida, del poema 11 al 20, se destaca el viaje con la búsqueda de la amada prohibida cuyo nombre ha sido impuesto como peligro; solo el alfabeto permite conocer los nombres borrados. Luego, del poema 21 al 30, los desaparecidos son nombrados, recogidos algunos trastos de las fosas y es liberado el llanto, la añoranza, el deseo del cuerpo presente (amada, pueblo); se resalta a la mujer sobreviviente (amada, madre, nación), protectora y quien guarda recuerdos, vivencias y cosas: la mujer, María Parado de Bellido, María del Nazareno, procurando curar las heridas del cuerpo condenado y apaciguar el dolor. Prosiguiendo, del poema 31 al 40, el viaje va al nivel de una reflexión profunda sobre el amor y el hambre, hasta ascender al inframundo donde se halla a la amada y a la masa desaparecida por la muerte; aparecen las bestias del libro bíblico de Daniel y del Apocalipsis, las que ocasionan tiranía, virus, miedo, desastre y muerte. Del poema 41 al 50, se persiste en el vuelo con los ecos de las voces, confrontando el olvido y la pérdida de esencia del oficio, de la naturaleza, de la entrega, del cuerpo, del libro, de la palabra y sus versos; resaltando la esperanza del reencuentro, del nacimiento y del alfabeto tras el sacrificio.
En este fin, del poema 51 al 60, el yo lírico se considera también un crucificado, un voluntario a las batallas por la patria amada; el sacrificio da sentido y valor a la vida y permite trascender: así se escribe la libertad, la esencia del ser, del viajero, del guerrero. Entonces, del poema 61 al 70, urge realizar otros viajes, siempre testificando y no olvidando, dando momento para la definición: ¿qué es? ¿Qué fue la vida, las cosas, el amor, la muerte? ¿Por qué se lucha? Del poema 71 al 80, continúa el tiempo de la resistencia de los guerreros, de las mujeres; el deseo al despertar y renacer en libertad y fertilidad; resistirse al olvido y a no callar. Ante las piedras que dificultan el viaje (soledad, penumbra, confinamiento, osamenta), del poema 81 al 90, se busca iluminar el camino y a la amada. Finalmente, del poema 91 al 100, esta estructura genética, consolida la llamarada al amor, reafirma el compromiso al sacrificio: la “muerte alumbra vida”; diferente de a la muerte en vida (ser sumiso y engañado) o la esencia de la vida (ser rebelde, cantar y liberar), esta última, se configura como una cruz que con integridad llevan los “viajeros de luz”.
La poesía de Daniel Quispe nos permite oír un aullido, una voz colectiva, emergida como un arcoíris desde donde desaparecieron tantas personas; desde un mundo de mentiras, distancias, destrucción y matanza, revela el dolor y la tristeza del propio ser humano y su realidad transgresora. A modo de relato, como en jornadas de batallas, soledades, recogimiento, confinamiento, recopila los gritos y reclamos populares y los inmortaliza. La información se presenta de forma breve y sucinta, confrontando versiones oficiales y en el lugar del miedo, que atravesó épocas, recapitula la verdad.
El poemario presenta en primera línea al ser humano con sus virtudes y defectos. Este ser nace, crece, ama y batalla por mejores condiciones de vida para la colectividad; está más allá de los registros y archivos que solo lo fragmenta, pues para empezar tiene un nombre, una infancia, una madre, un pueblo, una tradición; es pícaro, irónico y sabe amar: fuerzas de visión humanista. Se exhibe entonces al hombre en su integridad, con alma y cuerpo, pero su estructura corporal ha sido cercenada en un “cuerpo sin cuerpo”, moscardeada, tirada en trozos a los ríos y derramada su sangre gota a gota; desterrada, con pretensiones de ser borrada de la existencia con su pueblo entero, amordazada y desaparecida, ocultada y censurada.
Entonces, el mundo lírico resulta del despojo: lo recuperado del lugar conocido como Infiernillo, la despedida sin el adiós, la inocencia arrebatada, hogares retaceados, calles vacías y confinamiento. Esto despierta el deseo del reencuentro y la actitud de rebelarse contra la miseria. Frente a ello, continúan peleando la naturaleza, los seres vivos, el tiempo y el alfabeto.
El sujeto lírico, como el narrador Dioneo en el Decamerón, se presenta como un perro leal, busca a su más grande amor, husmea entre lo oscuro y oculto para encontrar el cuerpo desaparecido. También es un “herido león en reposo”, añora su terruño, su pueblo desaparecido, su infancia, su amada. El rey, en su turno de narración, cuenta su triste verdad y espera a la manada para continuar por el buen camino. Este hablante lírico conoce y pronuncia los nombres borrados, tocayos de pueblos enteros. No es el cerdo hurtador de despojos, sino el amante fiel que hasta siente culpa por la pérdida, por no haber logrado prevenir y oler las trampas de traición y emboscada. Está convencido de vivir combatiendo para salvar el amor. Ladra la humanidad.
En el discurso textual, se logra escuchar un aullido de perro con un aparente triunfo de la muerte, pero en esencia es una gran afirmación de la vida. Es un catálogo de sobrevivencia donde prima el poder del amor enseñando a no latigarse y a sobreponerse; es la fuerza subversiva en forma de acción enfrentando al egoísmo, a la hipocresía, al poder vicioso y a todo lo grotesco que va en contra de la naturaleza de la humanidad; no es solo prédica sino acción.
En una visión revolucionaria, Un clavel en el pulmón es la mirada hacia atrás que permite la reflexión, la refundación y el nuevo comienzo: formulación implícita de otro camino para la sociedad. Se recapitula desde lo cotidiano, lo familiar y lo reconocible (las fuentes son diversas y testimonios reales). Se testifica para ser libres, nos escuchamos para hacernos más humanos y liberar nuestras batallas. Se conoce al verdugo, el encargado de borrar los nombres y los rostros para que ya no signifiquen nada y en lugar de temerle, se permanece luchando hasta la muerte.
En este espíritu de agente de cambio, hay un claro propósito de devolverle el valor a la mujer: amada, patria, tierra, batalla, verdad, libertad, justicia. La amada sobreviviente, víctima y guerrera. Es el gran amor, a quien se busca con admiración, con quien se vive, pacta y lucha. Además, es la madre protectora y leal, la María terrenal y guerrillera: carga el hambre, amanece en guerra, lucha por los perseguidos, enfrenta balas y brinda la luz. De ser criticada, maltratada, esclavizada, minimizada, al presente se reivindica su rol y su versión.
En efecto, si el alfabeto forma las palabras con ideal, de sus sílabas germinan los nombres borrados de los que “Claman la redención de los pueblos perdidos”. El abecedario del amor con sacrificio permite versar “Y estallar en un parto de POESÍA” por los niños y niñas, los huérfanos, la amada, el pueblo y sus causas más justas: “El verso a gotas en la bayoneta”. Esto da origen al poema como un nuevo sistema donde cada verso contiene las voces, los huesos y la sangre de los desaparecidos. El poema como cuerpo, donde cada extremidad, cada gota de sangre, es una persona, un hogar, un pueblo. Son versos seduciendo y sorteando la noche. “Y saben de nuestras muertes y nacimientos”; marcan el buen camino al amanecer.
En suma, porque “Las palabras quedaron mohosas y solas” en el viejo sistema del caos y ya “Que no son necesarias las palabras en el desamor”, el alfabeto-poesía de Daniel Quispe reaparece, resurge y sigue combatiendo: “Abecedario infinito de la libertad”; en esta unidad se encuentra la verdad y la vida.

Paúl Sandoval Palomino
Con la wawa tanta de Ayacucho, 2023



Quispe Torres, Daniel

Ayacucho, 1964-

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