De acuerdo con la arquitecta colombiana Silvia Arango, uno de los referentes más importantes en historia, teoría y crítica de arquitectura en Latinoamérica, “el deseo de contribuir a la cultura arquitectónica del gran público llevó a Augusto Ortiz de Zevallos, en los años ochenta, a ejercitar uno de las más importantes e ingratas tareas: la crítica arquitectónica periodística. Ese es el oficio que más directamente conduce a ganar enemistades. Ya en sus artículos en la revista Debate, y en los que siguieron después en publicaciones diversas, se evidenciaba la que se convertiría en la pasión posterior de AOZ: la ciudad y, sobre todo, Lima. Empezar a escribir en una publicación titulada Debate tiene un carácter simbólico, pues eso será lo que tendrá que ejercitar siempre en su anhelo de moldear la ciudad: censuras, defensas, discusiones y controversias.
Leyendo sus artículos como crítico e historiador, encontramos que, detrás de cada nueva interpretación, estaba siempre la experiencia vívida de quien conoció de primera mano y personalmente a los actores. Y detrás de las continuas relecturas de la arquitectura peruana moderna, estaba siempre la ciudad. La ciudad como despliegue de olores, de sonidos, de recuerdos: como espectáculo de vidas humanas a la búsqueda del espíritu de cada una”.