De este modo, se bosqueja la fundación en 1870 de la “Sociedad de Artesanos del Cusco” que como bien se señala recoge el espíritu de “Unión Obrera de Francia” de Flora Tristán, resaltando que el símil de los obreros en América Latina eran artesanos, reivindicando de esta forma al trabajador manual, cuyas manos, son lo único que posee en la lucha, para moldear, crear y vivir de su oficio y arte.
La Benemérita Sociedad de Artesanos del Cusco, tiene un quiebre pues, a menos de una década de fundada sobreviene sobre el horizonte de la patria, tambores de guerra y oprobio, reto a la que el Cusco, pese a no ser escenario de combates y batallas, sale al frente y son sus trabajadores, estudiantes y artesanos los que se organizan bajo la mirada de Trinidad María Enríquez y Clorinda Matto (alumna y seguidora) que lideran a las mujeres a nuclearse para proveer la logística y el avituallamiento necesario para que 1500 patriotas se preparen y alisten para el conflicto, siendo que de este millar y medio de combatientes cusqueños, solo regresan 20 que expresan de modo certero el sacrificio mostrado en las pampas y breñas de Tarapacá, entre otras batallas y acompañando a Andrés Avelino Cáceres en la campaña heroica de resistencia al invasor de la estrella solitaria.
Anta, Cusco, 1958-