La insidia se desvela en cada susurro cautivante de acabar con todo, es así como se muestra el suicidio del que pocos hablan, pero sienten y abrazan, en la espera de respuestas a preguntas que se desconocen. Y para qué hablar de lo que nadie entiende, para qué entender lo que una persona aislada siente y para qué sentir el «dolor innecesario» de cuestionarse la vida. Damos por hecho lo que somos hasta que las circunstancias nos someten a una duda incipiente; y no hay manera lógica de «resolver» esta cuestión universal, pero lo peor es evitarla, ignorarla, fingir que no aparece constantemente en nuestros pensamientos: traída por el desamor, el desmerecimiento, la pérdida, el fracaso, la impotencia, la carencia, la falta de posibilidades, el abandono, la insatisfacción, el aislamiento, la culpa, la absurdidad…