ISBN 978-9972-04-792-3

Reseña

Desde que el hombre se da cuenta de que no es solo un objeto, sino, sobre todo, sujeto de conocimiento, se ubica en un horizonte de posibilidades, que implica estar dotado de una voluntad libre para desarrollar sus facultades naturales. Sin embargo, el hombre también es un ser social, en la medida que vive en comunidad. Como tal, tiene límites en el respeto a la voluntad de los demás, que se traduce en reglas que constituyen una garantía para cada miembro del cuerpo social. Este principio, en términos generales, se denomina derecho. Por eso se dice que lo que está dentro del derecho es lo que está de acuerdo a una regla; es lo que se acata o cumple sin desviaciones, rodeos o vacilaciones.
Por lo tanto, el derecho es el conjunto de reglas que regula una parte de las relaciones sociales, si se tiene en cuenta que no toda la vida social del hombre está normada por el derecho, sino también por otras normatividades como la religión, la moral, la costumbre, etc.
El derecho romano, punto de partida del derecho occidental, que fue un instrumento para regular las exigencias de la vida real y práctica, dejó de lado la investigación propicia para la abstracción. No obstante, se sabe que Roma llevó al más alto grado las garantías jurídicas de la vida social, lo cual les permitió distinguir el derecho del poder arbitrario. El derecho, para ser tal, precisaba moverse siempre en el sentido de perfección de un más allá, que era la equidad como aspiración ideal. De ahí que la labor de los pandectistas alemanes y franceses tenga una importancia significativa, en la medida que supieron encontrar, en el derecho romano, elementos para la elaboración de sus teorías sobre el acto jurídico y el negocio jurídico.