Javier Suárez reconoce en Revueltas lo que Adorno encontró en Beethoven, según lo muestra Edward W. Said: una obra de estilo tardío, es decir, plena de tensiones y obstinadamente incómoda; una obra en esencia irrepetible, pero que tiene o puede tener un influjo ascendente en todo cuanto venga después. El error, la enfermedad y la muerte, esta tríada del dolor que identifica Javier Suárez en Revueltas, lejos de indicar la caída o el definitivo acabamiento del mundo, anuncia su transformación y la plasticidad inédita de quienes una y otra vez, en diferentes épocas, han hecho de la urgencia el método para oponerse a las hegemonías de todo cuño. El estilo de Revueltas analizado en este libro nada tiene que ver entonces con la sabiduría de la edad, ni con la experiencia o el desarrollo postrero de cualidades extraordinarias. Tampoco se basa en la serenidad, la reconciliación o la madurez. Lo suyo es la instauración de un lenguaje nuevo, muchas veces más difícil, más arduo, a cada paso más distante de la forma plausible y la conclusión armoniosa. El estilo tardío de Revueltas refunda así la contradicción, reinstaura la perplejidad y declara su negativa a sucumbir ante la mera degustación estética.
JOSÉ MANUEL MATEO
Debo agradecer a Javier Suárez la grata experiencia de haber leído Por una pedagogía de autogestores (o sobre el estilo tardío de José Revueltas), texto suyo, tan sugerente, que integra una trilogía sobre lo que él llama una pedagogía de la urgencia. Se trata de un tema fundamental, pues no hay nada más raigal y constitutivo en el ser humano que la educación, fenómeno esencialmente vinculado con la creatividad, la libertad y, por tanto, con la autonomía; también con el sentido comunitario de vida, dado que la educación es recepción y desarrollo de un legado colectivo; dimensión que Javier afirma como elemento nuclear de la urgente resistencia a la homogeneización de la vida, a su conversión en algoritmo, señalando su alcance cósmico, ya que involucra convivencia y cooperación con otros seres -no sólo humanos-, incluyendo a los muertos -tan presentes en el imaginario latinoamericano-, pues la muerte no es cesación de la agencia y la interacción, de la gravitación de lo que pudo ser y quedó trunco pero sigue esperando una oportunidad e interpelándonos. De allí la urgencia, otro de los temas medulares que Javier Suárez desarrolla, concibiéndolo como detonante de lo inesperado e irreductible a toda dominación.
ZENÓN DEPAZ