“Vas leyendo deprisa mientras te desnudas, Amazona, /un poema que te hace vivir en la dirección exacta, / deseosa de dar respiración boca a boca a ese amado/ cuyo cuerpo amenazas recorrer de punta a punta”, escribe Alfredo Pérez Alencart, el poeta salmantino, en el más íntimo de sus libros. Hace mucho no leía un documento tan puntual en su asombro frente al eros. Aquí, Alfredo, nos devuelve al más antiguo de los temas, pero le entrega otra piel: la selva como un poderoso símil para referirse a la mujer que devuelve al misterio, a la jungla, a los ríos de una poética, que esperábamos, para continuar afirmando lo infinito.
Harold Alva