Un día Jesús contó una parábola que hizo historia y sigue enseñando y confrontando con mucha empatía (Lc 10, 25-37). ¿Por qué esta sencilla
historia o parábola reviste vigencia después de dos mil años? ¿Acaso, porque nos hemos acostumbrado a la indiferencia, a pasar de largo del hombre y nos gana el individualismo, desterrando así de las relaciones humanas la actitud compasiva? Sólo desde la compasión, considerando a todo hombre como prójimo, podremos ir disminuyendo tres
grandes males que nos carcomen: la frialdad en las relaciones humanas, la injusticia y la infelicidad.