ISBN 978-612-5126-47-4

Reseña

Lo cierto no siempre es verdadero; y lo verdadero no siempre, evidente. La certeza tiene esencia espiritual y conciencial, porque tiene que ver con la creencia, la percepción y la ideología, porque emerge del sujeto. La verdad tiene carácter proposicional, porque deviene del juicio. La evidencia es fundamentalmente física, porque procede de la realidad objetiva, esto es del ser del objeto.
Lo puramente cierto, en tanto esencia inverificable, nunca podrá ser verdad ni siquiera error por la infalsabilidad de la certeza intrínseca, cuyo contenido es esencialmente conciencial y no proposicional. Para que la certeza sea verificable, deberá expresarse a través de un juicio empíricamente contrastable con el ser del objeto. Pero la certeza expresa dejaría de serlo como tal para convertirse en una proposición, cuyo estudio compete al dominio de la verdad, y no al mundo de las certezas puras. Es tan diferente la verdad de la certeza y tan distinta su naturaleza interna, que no existe siquiera mínimos traslapes entre ambas; y es tan sutil el límite que las separa que, de explicarse la certeza en juicio verificable concordante con el ser del objeto, se transformaría en verdad. De otro lado, no habría verdad efectivamente sustentable si no existiese evidencia con que la que comparar el juicio sobre ella emitido.