El mundo está compuesto por cosas y estados de cosas. Los ríos, la tierra, las montañas, las rocas, los animales, la vida, la muerte. Los seres humanos formamos parte de esa realidad. Des- de un punto de vista cósmico también somos cosas y, ciertamente, como creación natural y ante los ojos del universo no somos más importantes que un caballo o un chimpancé. Objetivamente hay algo que nos diferencia de estas últimas especies y no es ningún secreto de que esta distinción radica nada más ni nada menos que en la complejidad de nuestro cerebro.