María-Alexandra escribe en servilletas como si éstas fuesen papel salvavidas, pues este oficio la toma desprevenida. A ellas se aferra porque puede ser honesta consigo y con el corazón.
Sin pretensiones de hacer una tesis sobre el amor ni un documento literario, Alex, como prefiere que la llamen, compila nueve años de sentir por amores pasados, salpicados con pequeñas dosis de ficción. Así renuncia al pudor; muestra su rebeldía y resistencia por pertenecer a un mundo sin cambios.
En este juego de escribir en papel servilleta, desnuda enteramente sus virtudes, sus sueños y hasta el ardor por las estrellas y la luna.