El autor habita el presente de una mujer. Se sumerge en su atemporal canto y despliega su llanto sobre la palma de su mano. Inocentes versos y alocados presagios, colorean el pensamiento y su encrucijada. El lector podrá tomar el camino que quiera: Ternuras femeninas, Meteoros en color, Dalia flora a Mario, Fauna Diamantina, Mito amor, Sueños masculinos y más. Podrá deshojar palabra a palabra la sangre que fluye y que habita en su ser interior. Podrá pelearse con su yo indómito, o calmarse detrás del prado que el autor inventa. Insiste en la tristeza de la mujer-niña. En poner en sus manos el dolor. Todo cielo y todo viento podrá acariciar las palabras, pero la inquietante pesadumbre del razonamiento no hará más que atravesar en vano estas palabras. Así todo camino será solo eso.
Un camino. La mujer en presente y en desbocada alucinación asaltará detrás de su sufrimiento, el alma herida de un caminante cualquiera, que la añora. La pregunta del autor será siempre qué autoridad le concederá el nombre de poeta, si acaso tal título correspondiere a su persona.
Mas la respuesta no aparecerá nunca, será a penas la pendiente del camino que deberá atravesar años, siglos, en busca de su verdad. Este poemario es un laberinto, un punto de partida que todo cazador de tiempos debe atravesar para llegar al descanso eterno del sol; sobre la naturaleza, el amor, los sueños y el color. El camino mismo, sumerge al autor en sus desvariaciones. Y la mujer-palabra, será siempre su pregunta, su ambición más sincera, su búsqueda permanente. Y puede que el lector dé otras interpretaciones a lo que mi humilde parecer observa. Es solo cuestión de abrir las alas y dejarse llevar en los brazos de la lectura más atrevida.
Germán Darío Gorosito
Rio Negro, Neuquén – República de Argentina
25/01/2018