Si no se toman en cuenta nuevos caminos sociales y concepciones que promuevan interacciones pacíficas entre los seres humanos, independientemente de su posición económica o política, el estado actual del mundo no vaticina nada bueno para el futuro de la humanidad.
Los niveles alarmantes de analfabetismo, desempleo, niños y jóvenes marginados que optan por no asistir a la escuela, y el número extremadamente bajo de personas que trabajan para abordar y resolver estos problemas, no solo en Latinoamérica, sino en el resto del mundo, puede ser un problema de grandes proporciones (Fariñas, 2008). El respeto a la pluralidad, a la esencia del ser humano y sus creencias resulta necesario para el desarrollo cultural y social.
Unida a esta realidad, en la década de los 90, se originó la conocida "crisis de paradigmas" que tanto se discutió y que todavía nos afecta. Esta crisis epistemológica para la interpretación de la realidad social, con la excepción de la educación, fue provocada por el agotamiento de los propios modelos en la medida en que los correspondientes objetos de estudio excedieron sus capacidades hermenéuticas, exponiendo sus limitaciones heurísticas y en consecuencia, borrando los cimientos sobre los que se sustentan (Álvarez, 2004). En este escenario, la teoría de la complejidad aparece como un medio para fusionar la diversidad y mejorar la comprensión de procesos y fenómenos.
Podemos decir que existen dos tendencias dentro del campo de los estudios actuales de la complejidad. Los dos, conceptos distintos y posiblemente incompatibles representados por las ciencias de la complejidad y el pensamiento complejo. Cada una de ellas afirma que un método particular de comprender la complejidad es legítimo y relevante.
En las disciplinas consideradas como humanidades, predomina la teoría de la complejidad, mientras que el pensamiento complejo encuentra su máxima expresión en las ciencias consideradas como duras (matemáticas, cibernética, física). Para modelar y simular sistemas complejos, las ciencias de la complejidad utilizan lenguajes formales, mientras que el lenguaje natural es la base del pensamiento complejo.
No solo en las sociedades, sino en la naturaleza en su conjunto, la complejidad se manifiesta. Podemos pensar en la sociedad como una revelación de una organización especial, conectada a un entorno natural. La complejidad interrelaciona una realidad perceptible a la conciencia humana.
Varios autores coinciden en señalar que el tema no es exclusivo de las sociedades y sus procesos, sino que abarca a la propia naturaleza. La sociedad como organización, permanece conectada a un entorno multifactorial en constante dinamismo, compuesto por la naturaleza. La complejidad constituye una realidad perceptible para la conciencia humana, siendo capaz de integrar múltiples elementos, los cuales están conformados por fenómenos complejos (Ramírez, Manrique, & Plascencia, 2021).