La mayoría de los dirigentes, cuando se le cuestiona su trabajo, informa que se encuentran siempre con una carga inesperada de tareas imprevistas, con reuniones, interrupciones y trabajos administrativos intensos, discontinuos y de naturaleza variable. Su atención es constantemente desviada por llamadas diversas, lo que fragmenta su acción y torna intermitente su desarrollo en el proceso decisorio organizacional; toman decisiones a través de interacciones diversas, acciones aisladas y opiniones manifestadas vagamente, y, a veces, poco coherentes; se aproximan a los problemas en la medida que estos van surgiendo en la búsqueda de soluciones basadas en informaciones parciales, imperfectas y de primera mano, casi siempre envueltas en grandes desaciertos.
Estos dirigentes revelan también que gustarían ser más racionales, tener más tiempo para pensar sobre el futuro y planear; pero se rinden ante la inevitabilidad de la fragmentación y del inmediatismo de la función gerencial.