Dado que su itinerario es opuesto al de Dante, La comedia inútil (2020) puede leerse como un viaje a la inasible comprensión del paraíso perdido. Dicho de otro modo, en esta obra, Eduardo Saldaña esboza un descenso en cuatro actos que va del espacio sagrado a la revelación de los insospechados rostros del abismo cotidiano. Así, en Concepci(.)n, el acto inicial, asistimos a la desritualización del ambiente familiar y el amor idealizado: el sujeto lírico asume las carencias materiales y afectivas como el inevitable origen de su odisea. Los actos intermedios, Plegaria para los ausentes y Monólogo de Gabriela, constituyen el profanatorio, esto es, el lugar donde, a pesar de los embates del deseo, la culpa y la muerte, el sujeto explora (y padece) las posibilidades de aproximarse al otro hasta caer en la tentación del heterónimo, de modo que, al final del tercer acto, solo persiste la certeza de que la alteridad siempre estará en otra parte. Por último, en el cuarto acto, consciente ya del trance suicida que significa escribir con una sombra en las espaldas, el hablante descubre que solo una estrella podrá salvarlo y sentencia: será necesario/ perder el paraíso/ para volver a encontrarlo/ más libre pero menos inocente/ en este paisaje urbano [o cualquier otro] de/ sonrisa inútil. (Martín Lezama)