Imaginemos una casa: el hogar es una especie de país en miniatura, donde los habitantes se rigen bajo ciertas normas. En el ámbito familiar, aunque se pueda creer que hay democracia, en realidad no existe. Los menores no deben opinar sobre ciertos temas y si los padres, los mandatarios, dicen que alguna cosa debe hacerse de una manera específica, pues no hay objeción válida al respecto: tienen que obedecer. De este modo, cuando los padres logran crear una disciplina, educan hijos obedientes que cumplen las normas, estudian y salen adelante para aportar su grano de arena a la sociedad.
Esto ocurre con un país como China. El régimen chino ha alcanzado un desarrollo económico y social que no ha podido conseguir ningún otro país, en un plazo similar. Este éxito se debe a su disciplina social y a la rigurosidad en la implementación de sus planes; lo que no sucede en otras naciones, independientemente de su sistema político.
En este libro se aborda la historia de China, con un enfoque económico y social, desde una pregunta: ¿cómo es que esta nación logró convertirse en un titán en el desarrollo de la tecnología y la economía si es gobernado por un Estado aparentemente autoritario? El país oriental se erige como una potencia desde hace mucho y cada vez avanza más, buscando superar a Estados Unidos con cada paso, para ocupar el primer lugar de la política global.