Cruzado quiere herirnos, no con la realidad o con la posibilidad de escape hacia el equilibrio, sino justamente con la profundidad de la herida. La voz poética sala la carne herida con mayor temperatura para que nosotros los lectores sintamos su mirada. Hay un juego constante entre mostrar a las criaturas incapaces de defenderse por sí mismas y a los depredadores anónimos de la desgracia. Solo H. existe, H. es el único interlocutor que ayudará a sostener la crueldad de una mente lúcida y consciente sobre la enorme diferencia de ser la segunda en todo. La sombra del hogar, la melancolía de no ser la primera: ni la enfermedad, ni el primer síntoma, ni el origen real, sino la derivación. No es difícil terminar la lectura sin sentir que salimos con un irreprochable y necesario tercer síntoma luego de apreciar la impronta de la flor quebrada en la escritura poética de Cruzado. (Julia Wong Kcomt)