En la poética de la vida cotidiana, así como en las melodías sinfónicas del huayno, hay una expresión simbólica de emancipación del amor. Efectivamente, en la fase agónica de las letras, en la experiencia de la vida, el sujeto aviva su infortunio proclamando un nuevo orden: aclamar el buen vivir que tanta falta hace al amor. En consecuencia, el sentido del buen vivir implica enfocarnos en la calidad de vida de uno mismo y del otro. En este sentido, el bienestar material y social son atributos que posibilita una vida digna que vincula la libertad, igualdad, justicia y equidad.
El compromiso con el entorno social, lugar donde nos educamos e ilustramos colectivamente, es la virtud de la agencia en la construcción de «un nosotros», porque encamina el pacto de la convivencia vinculando el respeto y la simpatía por el otro, sin que se distinga el ser hombre o mujer, o su identidad sexual, sino se evidencie «el trato como iguales a pesar de las diferencias».