El libro aborda con detalle cuatro formas de la ultravigilancia: interceptación ilegal, acopio de datos y vigilancia electrónica, geolocalización y videovigilancia, reconociendo que los dos últimos implican usos positivos y virtuosos adecuados al interés público.
El autor sostiene que la humanidad vigilada no es un inevitable horizonte, sino un desenlace que estrecha la libertad con la imposición de políticas de miedo o a través de una voluntaria renuncia a valores universales que creíamos imprescindibles para la convivencia humana.
La antigua intimidad, o intimidad clásica, es refundada en una perspectiva amplia, en la que es fundamental que las personas decidan el momento, la forma y el contenido de lo que de ellas se informe y aquello íntimo que no debe ser informado, registrado, almacenado y, eventualmente, eliminado.
Reconoce que la intimidad, privacidad y secreto están en crisis, aunque cree que esta es una oportunidad y que el estadio actual de la tecnología desafía a la humanidad a transitar una nueva etapa en la defensa de estos derechos.