Una novela nostálgica y cruda, violenta y erótica, en los albores de la identidad nacional, cuando Ayacucho ya había pasado sus grandes batallas y quedaba el rezago de una tierra fértil pero dolida, con las taras de una aristocracia guiada por la frivolidad de los apellidos y un pueblo andino sometido a sus crueldades. No hay acción humana posible, de esta presunta casta heredada de la barbarie invasora, capaz de sentir un asomo de compasión y empatía por quienes los sirven con humildad y son objeto de abusos y violaciones. Al contrario, dentro de aquel cuadro vejatorio y promiscuo en el que la mujer es vista con las anteojeras de la carne, la razón no parece tener sentido, es un estorbo, pues las actitudes de los «de arriba» están contaminadas con el veneno de la vacuidad, el egoísmo y la ceguera. Es la estampa de un paisaje sombrío, donde el tañido de las campanas acompaña las bravatas de un adolescente, así como la pérdida de todo goce al término de una vida inútil y sin mayor relevancia.
Huanta, 1962-
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