Conocí los tres espacios del abogado penalista: el Ministerio Público, la defensa y la judicatura; si algo aprendí fue la importancia de la redacción: ¿Quieres saber cómo está preparado un abogado? No lo escuches, lee lo que escribe.
El discurso materializa habilidades, pero no necesariamente jurídicas; la pluma, por el contrario, es el espejo vivo de nuestra formación; y diría algo más, da testimonio de nuestras falencias más que nuestras virtudes.
El objetivo de este manual está muy lejos de ser alcanzado con estas páginas, pero estoy convencido que sumará en el objetivo de sus lectores: cambiar nuestra redacción o por lo menos hacerla más estratégica.