Sonrió el amado, llamó al sirviente y le dijo: —¡El Carmelo! A poco volvió este con una jaula y sacó de ella un gallo, que, ya libre, estiró sus cansadas patas, agitó las alas y cantó estentóreamente: —¡Cocorocóóóó!
Ica, 27 abril 1888-1919.