El gran desafío del hombre una vez que dejó de ser nómada, fue escoger el sistema de gobierno capaz de respetar al individuo y a la sociedad naciente, preservando sus derechos y exigiendo deberes en un clima de armonía, que alcance el bien común.
Por varios siglos las monarquías dominaron el panorama social y político de la humanidad, eran duras y se extendieron con diversos matices en el mundo, hasta que la democracia fue tomando mayor fuerza por el reclamo de sus habitantes, los abusos prevalecían, la desproporción se abría camino y la igualdad incomodaba y no era aceptada.
Una de las grandes discrepancias entre los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar fue el sistema de gobierno que debió acatar la naciente República del Perú, que en esos años estaba sumida en el caos social, político y económico. Recordemos que se encontraba en disputa Guayaquil, pero este asunto pasó a un segundo plano.
El generalísimo José de San Martín proponía una «monarquía constitucional», para el Perú infante, con un príncipe europeo, propuesta dado el contexto que se vivía en 1822; en cambio Bolívar impulsaba la Federación de los Andes, pero con el protectorado de Gran Bretaña, ambas opciones fueron descartadas.
Anotado con la severidad y seriedad que caracteriza a Domingo García Belaunde, en enero de 1822 se instaló la «Sociedad Patriótica» que convocó a las mentes lúcidas del proyecto emancipador y nominaron como agenda, «Cuál sería el sistema de Gobierno más adecuado para la naciente Patria».
No olvidamos que de buena fe, el libertador del Río de la Plata aspiró a importar el «Modelo Monárquico Constitucional» (Cercano al legislado lejanamente a la Carta histórica liberal de Cádiz de 1812). Se envió una delegación a Europa en diciembre de 1821, liderada por don Juan García del Río y la tarea encomendada fue seleccionar a un joven príncipe para gobernarnos, en un escenario de libertades, entre las casas imperiales reales de Hannover (Británica), Romanov (Rusa), Borbona (Francesa), entre otras.
La propuesta republicana salió adelante, la Sociedad Patriótica, dirigida por Bernardo Monteagudo, impulsó el debate constitucional, reservado al modelo de gobierno; sin duda el resultado unánime, apostar por una «República independiente, democrática y representativa».