Las instituciones educativas se perfilan hacia un prototipo de «excelencia», por lo que planifican diversos proyectos, planes o actividades que las encamina al logro de sus metas y así obtener el prestigio deseado dentro de una sociedad competitiva. Pero, ¿qué lleva al éxito a las organizaciones: los proyectos y/o actividades que se planifican o la predisposición hacia la ejecución de los proyectos y/o actividades que se planifican? En verdad, es un juego de palabras cuya respuesta solo se determina con la calidad del gestor, la convivencia y los estratos emocionales, psicológicos y sociales que vive el colaborador en una empresa o institución.
Las instituciones invierten siempre en infraestructura o en necesidades pedagógicas para crecer y brindar el servicio de calidad que desean los clientes; pero, ¿será en lo único que debe de invertir el capital? Un ambiente emocional positivo contribuye a la mejora de la conducta y al crecimiento individual de las personas. Por ello, es importante invertir en lo emocional, ya que el capitalismo de la actitud debe ser lo primordial en una institución.
En suma, este escrito ayuda a reafirmar que el engagement institucional solo surge cuando el gestor sabe cómo ejercitar y acrecentar el capitalismo de actitudes en su personal docente y no docente, evadiendo los rumores, los malentendidos, los gritos silenciosos y las murmuraciones; pero, sobre todo, cuando se da cuenta de que cada colaborador es un mundo y que cada uno posee experiencias de vida positivas y negativas a las cuales se tendrá que enfrentar y ayudar a reparar.