“Pero ella no estaría ahora… Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” (Cortázar) .
Ella andaba buscando su pasión de escribir hasta que la encontró a la distancia que media entre la duda y el afán, entre el miedo y la ilusión, entre ella y ella misma.
Acaso "Partir es siempre partirse en dos" (Peri)… y por eso tuvo que “Echar un velo”, el título del libro acarrea un punto de inicio que ya de por sí supone esquivos que espero queden desconfrontados luego de su lectura.
De pronto una inquietud debe resolverse: ¿La obra es para lectores o lectoras? Ése es un primer velo que la autora nos coloca. Debe asumirse que por la casi totalidad de los poetas materia de los escritos semanales el público es de semblante femenino "Desde la mujer que soy/ a veces me da por contemplar/ aquellas que pude haber sido..." (Belli). El velo, entonces, no resulta excluyente de lo masculino aunque sí del canon crispante del machismo; este componente es un antes, durante y conemos que después de las cuarenta semanas veladoras
sea una identidad superada.
Persisto en la presencia acumulativa de lo femenino como "Ser humano y mujer,
ni más ni menos… Solo acepto este mundo iluminado/ cierto, inconstante, mío/ Solo exalto su eterno laberinto/ y su segura luz/ aunque se esconda” (Vitale). Me imagino al macho cabrío leyendo "El casi infnito de Ida Vitale" o "El placer pagado de Marieal Dreyfus": la inesperada sensación, el fastidio desde el primer párrafo, el tanteo de borrar lo leído ante dos mujeres en una que dice "... soy la muchacha mala de la historia/... soy la mujer..." (Cornejo) y otra lo disemina en una-otra u unas-otras corporeidades.
Estoy convencido que estas líneas ejercen el pretexto como advertencia para lectoras y lectores habituados a la todavía mujer representativa cimentada por el tiempo y el sentido machístico. Aguardo que la razón asista y permita reconvertirse a los típicos un reto para su alteridad.
"Escribimos para nosotras, las mujeres..." (Pantin): no solo escribir; es cierto que la lectura se refiere al recorrido del texto escrito que originalmente así fue ese velo de Carmen Rivera. En el trayecto del arreglo del libro, que acoge como partida las publicaciones en el diario La República, Carmen decantó en acompañarlas de ilustraciones. En el proceso de creación de las estampas estas cobraron vida propia sin nunca prescindir de las pretensiones riverianas, de allí que la lectura se insinúa a libro abierto de par e impar páginas, en la que se completan texto e imagen; se suscita una desahogada relación en la que el espectador se enreda y mimetiza sin que haya un abismo. Virtud y talento de la creativa gráca e ilustradora Nicole Rodríguez Segura, ella a casi secuestrado el velo de Rivera o podría alegarse que fue secuestrada.
El velo es una tela fina que cubre, descubre, impide, hace tenue la mirada o también la entona; es una especie de ligera neblina en la que se adentran "Obras pequeñas, escritas en la intimidad..." (Figueroa). Carmen Rivera es en sustancia una leedora por decisión, pasión, reinvención e ímpetu; le auxilia ser lingüista, literata y profesora también arequipeña, retadora, madre, dueña de sí, espléndida, descalza. Se define a secas y a mojadas como mujer poesía; es extraño hallar en un diario peruano, en el imaginario cotidiano es un imposible, columnas periodísticas convenidas al “nosotros líricos” en las que no acomete
criticar, trazar apologías o propender autorías, el rastro que deja es "... busca mi boca en todos los silencios..." (Peñuela).
Cada columna es exploración particular, la invocación al yo lírico o para hacer justicia “yo lírica”, una irrupción deseada, la naturalidad con adrenalina, un refugio sobre cogido, el impulso apropiado y desapropiado, una ardencia huidiza, la voracidad concupiscente, una intimidad extasiada, el lirismo sediento, el desencanto fascinado, Carmen se expone "... clausurando el sentido en la vehemencia de una noche sin fondo y sin orilla" (Urquiza).
Definitivamente nos echa un velo.
Siempre será una curiosidad arcana cómo es la artesanía del escritor. "¿Quieres mirarme mientras escribo?... moviendo la mano a ciegas..." (Ganitsky). El estilo lucha a través de las palabras en las que a veces se desconoce quién es quién, quién es Rivera y quién es la poetisa, algo que procuro reproducir en este prefacio. Pregunto si será interesante cómo, cuándo, dónde escribe ella. Urriola, una de las bardas aludidas responde por la columnista: "No necesito nada esta noche... Es el abismo quien llama...". Sospecho y perdón por la insistencia en las citas "Insatisfacción subyacente... de la hembra coqueta" (Martínez).
¿Y por qué la poesía? Porque "Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.. han venido/ invaden la sangre./ Huelen... a carencias/ a llanto" (Pizarnik).