La educación constituye una realidad compleja, puesto que allí confluye una gran diversidad de intereses, de expectativas y de experiencias, asimismo, confluyen hombres y mujeres que se encargan de llevar a cabo los procesos educativos, llevando consigo sus saberes, sus temporalidades, sus memorias y sus contextualidades. En los espacios educativos también coexisten diversidad de estilo de aprendizaje, variedad generacional y múltiples referencias locales, religiosas, entre otras.
Dicha diversidad es susceptible de ser observada como un peligro o un obstáculo para el aprendizaje o bien podría ser entendida como una probabilidad para aprender juntos y para colaborar, desde los procesos educativos, a la conformación de un mundo con mayor solidaridad e inclusión. De este modo, la educación sería capaz de responder a los enormes retos que existen en la actualidad, especialmente, aquellos que provienen de la actual estrategia de la globalización: nuevas maneras de colonización cultural, vínculos comunitarios, exclusión social, entre otros.
Una educación de ese tamaño es posible de sustentarse en el proyecto de transformación intercultural de la filosofía, cuyo diálogo con los diversos saberes en teología y pedagogía comienza a extenderse. Repensar la educación involucra cuestionar a las filosofías en que se respaldan. Una pedagogía intercultural se constituye como un nuevo modelo de actuación y análisis, capaz de unificar la reflexión y la acción educativa, y dirigirlas hacia una renovación curricular que permita atender a los diversos grupos culturales en las aulas.
En este sentido, una educación que pueda transformar los espacios de transculturación por momentos de interculturalidad, esto es, de relaciones y de encuentros justo con personas cuya identidad cultural es diversa, debe ser una educación que se base en el reconocimiento de los otros como sujetos poseedores de una cultura valiosa y diferente, arriesgando por una actitud de cooperación, de diálogo y de intercambio como cimiento para el enriquecimiento cultural y educativo mutuo. En consecuencia, es una educación que forma a ciudadanos con la capacidad intercultural para hacer frente a los numerosos retos que propone la diversidad.