Esta increíble historia comienza cuando el autor descubre el mensaje de las Estrellas repartido entre los monolitos de Pascua, las deidades sentadas al interior de Abu Simbel y en los Atlantes de Tula en lo alto de la pirámide de México. El patrón que el escritor reconoce se repite en las tres culturas y propicia el contacto con In-xio-in, la mujer del espacio quien revela la misión que debe cumplir en la Tierra. La historia se torna más interesante cuando Jesús, el personaje central de la obra, entiende que las Estrellas le han encargado la tarea de poner fin al caos de la humanidad. A medida que Jesús madura la información del mensaje, descubre que su espíritu es de esencia estelar y puede comunicarse con el Sol, y conocer al creador de la humanidad, quien es el verdadero responsable del caos que vive el espíritu, al dar origen a una siniestra energía llamada Dimensión mental, la cual vive adherida a los seres humanos y se alimenta de sus emociones.
Cuando Jesús logra entender el origen estelar de su espíritu, reconoce al Sol como un hermano, y de la comunicación telepática con la maestra In-xio-in, trasciende al lenguaje espíritu cósmico que se produce entre una esencia estelar y otra. El solar receptor, nombre que asignan las Estrellas al autor, se comunica a partir de ese momento directamente con la estrella del reino de la vida, quien comunica a su hermano lo que ha ocurrido en la Tierra a partir de la llegada del imperecedero creador.
La mujer del espacio está enterada de todo lo que ha sucedido en la Tierra. In-xio-in es una maestra de sincronización estelar (actividad que enlaza el espíritu humano a la esencia de la Estrella) y Jesús debe aprender a sincronizar para acceder a la información prohibida de la Creación, puesto que el Creador ha dado al espíritu un cuerpo frágil, limitado e incapaz de comunicarse con las conciencias de la eternidad como lo es las Estrellas y los Planetas. En este camino de limitaciones espíritu cognoscitivas, el hombre de esencia estelar debe ser cauto y cuidarse de no alertar al poder que controla al mundo de Adán, quien lo busca infatigablemente, así como a sus hermanos y a su padre.
Las imágenes de Pascua, Abu Simbel y los Atlantes de Tula son una profecía que habla de cuatro espíritus liberadores que llegan a la Tierra en representación del verdadero Dios, para llevar a la justicia divina al creador de la humanidad terminando para siempre con el desorden que se originó en esta parte del Cosmos. Jesús se va enterando en el camino que no es la primera vez que encarna en el mundo de Adán, su padre y sus hermanos, vienen haciéndolo desde hace mucho por la voluntad divina, y una serie de relatos e historias le son contadas por el Sol y la maestra de sincronización. Historias como las del príncipe Goliat, hijo del rey Ñubál y de Leonardo Da Vinci genio y artista le son trasmitidas al receptor para madurar en él la conciencia espíritu cósmica.
Al convertirse en el receptor del vasto conocimiento de las Estrellas, quedan resueltas varias interrogantes que la información de Adán no podía responder, y una en particular conmociona a Jesús, al enterarse del origen de la meditación y cómo el procedimiento liberador llega a la Tierra. La estrella del reino de la vida comunica al solar receptor que la actividad meditativa no es originaria del planeta, sino que proviene de otros mundos y su principal función es la de completar el tiempo de la gestación que experimentan las mujeres del espacio, resaltando que la reproducción humana es el vicio que exacerbó el caos de la humanidad.
La Tierra debe regresar a su estado natural antes de la siembra estelar y descansar de los atropellos y vejámenes producidos por la humanidad, pero antes de lograr que el planeta retorne al sueño de la eternidad, el volumen esférico debe esperar que los espíritus liberadores resuelvan el problema del hombre y lleven al Creador ante la justicia divina.