"Se escribe para abrazar o para que el golpe sea efectivo. Ena Columbié no escribe, desgarra. Por eso sus poemas se asestan como el derechazo siniestro de un psicópata que tiene claro que solo ese impacto nos sacará del letargo. Su grito, esa voz incrédula, intolerante, inoportuna, teje un inventario, traza una bitácora que nos conduce hacia el delirio y lo complejo. Como un golpe a las tinieblas/ busco auxilio en el aliento, nos dice. Entonces su poesía, de pie frente a ella misma, deja de ser el monólogo del vacío para entregarse a un diálogo donde la madre, esa raíz que la toca aún transmutándose en la pirueta de unas aves, la devuelve al principio. Letanía es un tratado que nos enseña que la luz es un vehículo y una ridícula mentira. Acude por eso a la palabra, a su liturgia imperfecta y sin destino. Allí es la fragua, el fuego, el martillo, la mujer de la cadena: la niña que aparece de su mano."
Harold Alva