Viaje a Pozuzo, más que un relato autobiográfico, es un cuento interesante que mantiene una trama de intriga desde el inicio hasta su desenlace en la selva peruana. Recorrer el Perú, en todas sus modalidades, no es fácil, y más aún si la protagonista de la aventura quiere narrarnos la experiencia salpicada de sucesos inimaginables que hacen del relato personal una narrativa cuentista muy dinámica. El cuento obliga al lector a realizar constantes ejercicios mentales e imaginativos para representarnos el entorno que maravillosamente describe.
Incluso, da un salto al pasado y nos lleva al Palacio de las Lágrimas en Berlín de la Alemania dividida de los años de la Guerra Fría.
Charo Domecq logra generar esa expectativa. La naturaleza es su pábulo literario, que explota magistralmente en sus relatos, y este no es la excepción.
Acuciosa, prolija, distendida: así es esta obra que, con pinceladas de humor frío, cautiva al lector, quien termina adentrándose en la trama y acompañando a la autora —como un pasajero más— hasta el final del cuento, recorriendo imaginariamente lugares paradisíacos como La Merced, Oxapampa y Pozuzo.