Anthony Choy pertenece al conjunto de poetas y narradores reunidos alrededor del grupo «Ojo de Agua» que allá por el año 1981 aparece, de manera insólita, en la Facultad de Derecho de la Universidad San Martín de Porres.
En Pureza del fuego, Choy se enfrenta al sistema en que vivimos. Frente a ello, el poeta tiene plena conciencia de la necesidad de «romper todo esto y volverlo a rearmar». Este acto de rebeldía y de libertad a través del amor es la base para iniciar el cambio y llegar a la verdad, que es el amanecer. La audacia y el atrevimiento de las imágenes, su sentido corrosivo, tienen como finalidad desalienar y desmitificar el amor para luego recuperar su verdadero fuego interior. Se trata, entonces, de desacralizar la palabra haciéndola beber en los ásperos y fétidos pantanos de lo sórdido para recuperarla, luego, dentro de una nueva dimensión de lo sagrado. Este sensualismo se expresa a través de poemas que fluctúan entre lo lírico y lo épico-narrativo. En este último caso, hay textos donde la historia contada hace más clara la frustración, el engaño, la ruptura de las ilusiones, de personajes citadinos perdidos entre oficinas, avisos luminosos, ascensores, en un mundo de concreto y de hastío, de ansiedad y desencanto, en donde la soledad va unida al tiempo y a los recuerdos.
La denuncia, el desencanto, el humor, el idealismo y la
esperanza hacen de Choy un poeta de su tiempo, de un tiempo inmerso entre la cotidianeidad y la eternidad, permanentemente ardiendo para decantar las esencias que la palabra denunciadora contiene en su depuración ígnea.
Manuel Pantigoso