ISBN 978-612-99032-1-7

Reseña

La literatura me permitió atravesar fronteras y conocer personas maravillosas con historias extraordinarias por contar. Entre ellas, la de Edson Cabrera, cuya obra, siempre marcada por una mirada lúcida y desafiante sobre la existencia, continúa resonando más allá de su propia voz.
En este nuevo libro, Cabrera nos entrega una serie de relatos que orbitan en torno a Aniceto, un personaje cuya presencia se despliega en fragmentos, como si el tiempo y la reminiscencia fueran piezas de un rompecabezas que nunca se termina de ensamblar. Dividido en cuatro partes, Balneario Quillabamba propone una estructura que nos invita a recorrer la vida y la muerte con una cadencia propia, sin concesiones, sin adornos innecesarios, con la crudeza de quien observa y narra con plena conciencia de la fugacidad de todas las cosas.
Desde los espacios más íntimos hasta los paisajes de una ciudad que es tanto refugio como laberinto, cada historia abre una ventana a experiencias donde la identidad, el deseo y el recuerdo se entrelazan. Balneario Quillabamba es, en definitiva, una invitación a recorrer territorios en los que la memoria se convierte en un acto de resistencia y la escritura en un testimonio de lo que persiste, incluso cuando todo parece desvanecerse.
El estilo, marcado por frases directas y certeras, deja en el lector una sensación de inmediatez, de urgencia. No hay artificios innecesarios, pero sí una poética que se filtra entre líneas, una mirada que transforma lo cotidiano en algo que trasciende lo banal. Nos encontramos con una obra donde la muerte es una presencia ineludible, no solo como fin, sino como tránsito, como un eco que reverbera en cada página. Cabrera escribe como quien sabe que la vida y la muerte se confunden en el mismo acto de narrar. Como si, a través de la palabra escrita, nos hablara desde algún lugar que desconoce el tiempo.
Leer este libro es adentrarse en una conversación interrumpida, en la que las voces de los personajes y del propio autor resuenan aún después de haber cerrado sus páginas. Es, también, un homenaje involuntario a quien supo ver en la palabra un refugio y un desafío. Cabrera nos deja, una vez más, un escrito que interpela, que duele y que, en su melancolía, nos recuerda que la literatura es, quizá, la única forma de vencer al olvido.