A lo largo de mi experiencia como docente, he confirmado que las emociones están presentes en todo momento del proceso educativo. No importa cuántas metodologías o recursos tengamos a la mano, si un estudiante está emocionalmente desbordado, desconectado o herido, difícilmente podrá aprender. Por eso, este trabajo no solo recoge propuestas y reflexiones, sino también una convicción: la gestión emocional no es un complemento, es parte del corazón de la enseñanza