La prueba es el elemento central e ineludible de cualquier proceso judicial, sin su existencia, las pretensiones planteadas carecerían de un fundamento sólido, y la labor jurisdiccional perdería su función primordial: la búsqueda de la verdad legal. Su aplicación en el ámbito del proceso penal tiene como finalidad persuadir al juez sobre la veracidad de los hechos en discusión, mediante la incorporación de medios probatorios obtenidos y actuados conforme a las reglas procesales. Así, la prueba no solo sostiene la imputación o la defensa, sino que constituye la herramienta esencial para asegurar el respeto de las garantías procesales y el equilibrio entre las partes.