En este poemario, el lector se adentra en un universo de palabras que no buscan impresionar, sino resonar con lo profundo. De-cadencia, título sugerente que combina la caída y el ritmo, la pérdida y la armonía, es mucho más que una colección de versos: es una travesía espiritual, filosófica y humana. Un eco de lo que somos cuando el tiempo pasa, el amor duele, la memoria arde y la esperanza insiste.
Esta obra se estructura en cuatro movimientos temáticos, como los actos de una sinfonía poética:
Es una meditación sobre la poesía misma: su esencia, su función, su misterio. Aquí el autor dialoga con el lenguaje desde dentro, cuestionando y celebrando su poder transformador. Habla de la poesía como brevedad, como ilusión, como vida.
Imágenes como un reloj de arena, un cuaderno abierto al amanecer o una pluma suspendida en el aire podrían ilustrar esta parte. La sensación es de revelación tranquila, como el primer pensamiento que nace antes de ser escrito.
Luego, el poemario desciende a las profundidades de la conciencia y la historia. Es la parte más crítica, existencial y social. Aquí se encuentran poemas que hablan de la muerte, del colapso de las ilusiones, de la enfermedad (como el Covid-19), de la política y del desengaño. La voz del poeta se vuelve más densa, más filosófica, más dolorosa.
El título se revela en su forma más cruda: decadencia como colapso del alma y del mundo.
Esta sección bien podría representarse con imágenes de ruinas, figuras humanas que se disuelven en el viento, relojes fracturados o calles vacías. Es la noche del espíritu, pero también la preparación para la luz.
El ritmo se suaviza y se vuelve íntimo. El poeta baja la voz y habla desde la memoria afectiva: del hermano que fue, del amor que tocó, de los ojos que brillaron, de la ternura que aún persiste. Esta sección es emocional y nostálgica, marcada por la soledad, la melancolía y el deseo.
Figuras como una carta olvidada, una flor entre páginas, un beso imaginado o una noche que vuelve en sueños acompañan esta parte. Es un retorno al corazón, a lo que nos salva cuando todo se va.
Finalmente, emerge la luz. No como un triunfo simple, sino como la delicada persistencia del sueño, del arte, de la utopía. El poeta concluye su viaje con versos que invocan la posibilidad de reconstruir, de imaginar otros destinos, de inventar un cielo nuevo para el alma.
La poesía se vuelve faro, y el poemario se eleva.
Aquí resuenan imágenes como un amanecer tras la lluvia, un cielo que se abre, una flor naciendo entre grietas. La esperanza no es consuelo: es resistencia poética.
La poesía de Javier Rosas Domínguez es reflexiva, emocional y lúcida. Su estilo mezcla la observación filosófica con una sensibilidad profundamente humana. Los versos no buscan el ornamento, sino la verdad. Es una voz que observa al mundo con ojos críticos, pero también con la ternura de quien ha amado, perdido y soñado.
El lector encontrará en De-cadencia una poesía que no huye de la sombra, pero tampoco renuncia a la luz. Cada poema es una pregunta abierta, una memoria compartida, un respiro que invita a pensar, a sentir y a recordar que el arte aún puede sostenernos.