Conviene reírse de todos y de uno mismo, y, ¿por qué no?, llorar sin mediar entierros. Deje de ser protocolar. Aprenda algún conocimiento que no le sea útil: esgrima, origami o imitar el sonido de las aves. Alargue sus expectativas y quiebre la rutina siempre que pueda: le recomendaría que sea con la gracia de un niño fuera de control.
No sea solemne. Repito: no sea solemne. No enfrente la vida con la cara de gendarme. Usted es su único rey y vasallo, el halcón y el halconero. Si piensa y actúa como si todos le debieran algo, es porque tiene demasiadas deudas consigo mismo y quiere hacer extensiva al resto la factura de sus deformaciones. Abrace la vida y sonría (Jorge Díaz Untiveros).