ISBN 978-612-00-5574-8

Reseña

En todas las épocas, los poetas siempre postularon por una nueva poesía. El asunto era ser diferente con una producción distinta. Nuestro país en esencia es pluricultural. Quizá sea esa la razón por la que existen diversas vertientes poéticas.
Me pregunto: ¿La poetización de hechos míticos está ya agotada? ¿Por qué entonces, Villegas, Pacho, Velásquez y otros persisten en continuar buceando en las aguas de esta vertiente?
Incluso yo mismo me hallaba en estas aguas cuando apareció mi poemario, “El mito de la caverna” (2017). Después de un breve tiempo, cuando pensé que había superado esta barrera, nuevamente me hallo nadando en esta corriente, sentí la falta de oxígeno. Esa es la razón por la que tienes ahora un libro más, “Andanzas de un viejo poeta” sumergido en una historia desgarrada y visceral.
La poesía y la narrativa (reitero) nacieron juntos en mí. Nunca hubo un divorcio entre ellas. Aparentemente, en ese proceso escritural, me hallaba primero en una orilla poéticamente hablando; después, en la orilla de enfrente, en la narrativa. Lo que ocurre es simplemente en hacer algo diferente, era una manera de disentir. Me preocupa, por ejemplo: ¿Qué poesía vamos a inaugurar en el próximo bicentenario? ¿Podemos hablar de referentes importantes en nuestro medio?
Sucede que cada vez que releo mi poesía encuentro rupturas. Y esas rupturas me abren nuevos espacios, nuevos tiempos. El lenguaje es un problema, a veces, creo que es el lenguaje de una manada como solía decir el gran Churata. El lenguaje requiere y exige un nuevo ropaje cada vez. “El pez de oro” es la epifanía, la fuente de una nueva poesía (por su densidad polisémica). Lo que hasta ayer era finito, hoy es infinito.
“Andanzas de un viejo poeta” sigue siendo un ensayo, por lo que requiero un balance crítico no solo por constituir mi último libro, sino, por su sentido en el proceso poético de mi historia personal. ¿Dónde se ubica mi poesía? Me doy cuenta que requiero no solo de una cultura para interpretarla, sino de una cultura heterogénea porque cuando escribo (y leo) veo una realidad (mi realidad) y de pronto me hallo sumergido en otras realidades, desprendidas inevitablemente de los textos leídos a lo largo de mi existencia. Eso justifica la presencia de Vallejo, Borges, Brozovich, Oquendo, Dostoiewski, Cervantes, Whitman, Churata y muchos más.