ISBN 978-612-4353-49-9

Reseña

Si endo el hombre contingente y temporal, al ser creado por un ser muy
superior a él, su naturaleza lo lleva a experimentar un ansia de infinito que pareciera que no le corresponde, por lo menos en este mundo, en este aquí y ahora. El hombre por su misma naturaleza humana, desde su finitud y contingencia, siempre ha querido entender la vida, buscando trascender y añorando un destino superior, solo pensado para los dioses.
El cosmos y el ser supremo, su creador, será siempre un misterio para el hombre, un misterio que lo llevará a querer conocer más de ese ser superior, de ese espacio desconocido tal vez real, en donde debe habitar. El hombre pretenderá expresar lo que este le inspira y que nunca se agota, utilizando en mucho la simbología que pueda superar las limitaciones del lenguaje, llegando a cualquier cultura, despertando el interés en cualquier momento de la historia, anulando las distancias,
el tiempo y la geografía, queriendo solo entender esa relación del ser superior consigo mismo.
Tal vez el cosmos sea una de las manifestaciones más poderosas, inalcanzables, inagotables y misteriosas de la creación de aquel ser que todo lo puede. Por ello el hombre no puede dejar de sorprenderse de la naturaleza, del mundo creado, para convencerse, si puede, de la inmensidad del creador, buscando tal vez entablar un contacto, si no es con Él mismo, entonces con su creación, queriendo su plenitud y
su trascendencia, desde lo más recóndito de su ser.
Así, el hombre buscará siempre la forma de explicar lo inexplicable, incluso viajando más allá de la razón y hurgando en la esperanza, en lo desconocido; apoyándose en la fe, como diría san Juan Pablo II cuando se refería a la búsqueda de la verdad, dándonos a entender que esta solo se puede alcanzar desde la razón y la fe, pues son como las alas de un ave que se aproxima al conocimiento de la verdad, en la certeza de conocer la fuente de toda verdad, que es Dios.