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ISBN 978-612-48561-2-9

Tingo María.
historia de la demarcación política de Leoncio Prado desde el Tahuantinsuyo a la actualidad


Autor:Talancha Crespo, Eliseo Talancha Crespo
Editorial:Amarilis Indiana Editores E.I.R.L.
Materia:Geografía e historia
Público objetivo:General
Publicado:2022-10-15
Número de edición:1
Número de páginas:256
Tamaño:17x24cm.
Precio:S/40
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Una de las características del devenir histórico de los cambios en la circunscripción territorial peruana, como lo indica la historiadora Nuria Sala en base a la información recogida de la Dirección Nacional Técnica de Demarcación Territorial, ha sido la multiplicación acelerada de departamentos, provincias y distritos desde la independencia hasta el año 2001. Esta práctica promovida desde el Congreso de la República es consecuencia directa de un modelo de creación que prioriza la representación política ejercida en nombre del espacio territorial y no de la ciudadanía. En ese sentido, podemos constatar en esta obra Tingo María. Historia de la demarcación política de Leoncio Prado. Desde el Tahuantinsuyo a la actualidad, escrita por Eliseo Talancha, no escapa a dicha constante de crear, suprimir, delimitar o redelimitar ámbitos jurisdiccionales.
La presente obra se divide en 13 capítulos que abarcan más de cinco siglos. Su historia jurisdiccional se remonta a la existencia de la región Rupa Rupa durante la época del Tahuantinsuyo. Aquella fue una zona de frontera ubicada entre dos ecosistemas y los mundos de los pobladores del Ande y la Amazonía. Esta extensa región fue conocida con el nombre de Tingo María en la época colonial, siendo objeto de frustradas exploraciones hispánicas en busca de El Dorado y el Paititi, comandadas por conquistadores ávidos de hallar nuevas riquezas y el legendario oro escondido del inca. A pesar de las escasas fuentes para este periodo, el autor ha sabido reconstruir la historia de esta región desde sus antiguas naciones preincaicas, originalmente habitada por Chuscos, Panatahuas, Tingaleses, Payansos, Carapachos, Chaienas Tulumayos, entre otros pueblos indígenas. Asimismo, en los capítulos siguientes, la investigación permite apreciar cómo estos fueron invisibilizados por los españoles, pues ninguna de las unidades de circunscripción territorial creadas durante la colonia fue bautizada con los nombres de los pueblos originarios. Esa omisión histórica comprueba que la política de demarcación territorial reflejó los intereses y prejuicios de los colonizadores, esta situación se prolongó hasta la República.
En el texto conviene destacar la solidez de sus afirmaciones, fundadas en una revisión exhaustiva de informes, relatos de viajeros, crónicas franciscanas, proyectos de leyes, debates parlamentarios, diarios, revistas, memoriales y entrevistas. Apela incluso a la tradición oral para construir un relato original que detalla no solo la historia política territorial, sino también aspectos socio-económicos, culturales, comerciales y de urbanismo y explotación de los recursos naturales de la región. Desde esa perspectiva, traza la historia de la colonización de la provincia de Tingo María dividida en los distritos que actualmente la componen. Es notable además la permanencia de dicho nombre en la memoria de sus pobladores, aun cuando cambió su denominación por provincia de Leoncio Prado en homenaje al héroe huanuqueño de la Guerra del Pacífico.
El autor emplea dos conceptos para distinguir las fundaciones provinciales de Tingo María en la época republicana. Al respecto, ubica la «fundación social» en 1830, cuando el médico portugués Sebastián Martins, propietario de la hacienda «Casapi» del valle del Chinchao, con apoyo de José María Ruiz, Juana del Río y nativos traídos de Uchiza, Pachiza y Saposoa, establecen el pueblo de Tingo María para promover el comercio y navegabilidad de los ríos que darían salida al extranjero a los recursos naturales exportables de la región. La segunda, llamada «fundación colonizadora», se produjo por obra del Estado en 1938 bajo el impulso de la llegada de la carretera Huánuco-Pucallpa. Esa vía, construida por el entusiasta ingeniero Enrique Pimentel en su condición de director de la obra, impulsó enormemente su crecimiento comercial y poblacional. Pronto afluyeron migrantes de San Martín, Huánuco, Loreto, Lima, Cerro de Pasco y Junín, así como familias extranjeras provenientes de Yugoslavia, Japón, Brasil, Alemania, España e Italia. En consecuencia, como anota el autor, Tingo María es hija de la carretera, del Centro de Colonización y de la Estación Experimental que forjaron núcleos de colonización de pequeña y mediana propiedad y de explotación agro expansiva durante el gobierno de Óscar Benavides. Esos impulsos de desarrollo promovidos por el gobierno fueron celebrados y aprobados por el parlamento.
La creación formal de la provincia de Tingo María, que podemos llamar «fundación oficial», se inició con la presentación de los proyectos de ley de los diputados Nilo Lambruschini, representante del departamento de Huánuco (1939) y Teobaldo J. Pinzás, representantes de la provincia de Huamalíes (1940). Ambas iniciativas legales motivaron una serie de debates parlamentarios, expresión fidedigna de lo que Pablo Macera calificó como «sociología de la acción legislativa». En dicha esfera de la participación política, los legisladores debaten los orígenes, causas y fundamentos económicos, sociales y territoriales de la existencia de los departamentos y la necesidad de la supresión de las demarcaciones territoriales.
Cuando analizamos los debates parlamentarios animados por los distintos representantes de las regiones huanuqueñas, advertimos que la creación oficial de la provincia de Tingo María fue, tal vez, la propuesta de mayor consenso en la historia de la demarcación operada desde el parlamento. Quienes tuvieron la responsabilidad de crear esa provincia amazónica coincidieron en que esa tierra de «verdadera promisión» alcanzaría rápido desarrollo agrícola y comercial debido a sus vastos recursos naturales capaces de atraer inversión de capitales destinados a la implementación de grandes industrias agrícolas y forestales. Por entonces, la confianza estuvo puesta en la confluencia de esfuerzos del Estado y las empresas privadas para lograr la prosperidad del rico valle del Huallaga. Convertir dicha zona en provincia simbolizaba abrir una puerta para el engrandecimiento del oriente, a partir de su conexión con la capital de la República y el puerto fluvial de Pucallpa. El debate parlamentario que condujo a la fundación oficial de la provincia de Tingo María fue parte de un discurso progresista amazónico con manifestaciones de vibrante prosa patriótica.
El autor recrea precisamente aquellos actos festivos de expresión identitaria de los tingaleses. Contagiado de ese espíritu, relata con lujo de detalles el programa de actividades que enmarcó las ceremonias celebratorias de la fundación de la provincia de Tingo María. La ciudad fue embanderada y hubo banquete en el Hotel de Turistas y baile popular en el mercado de abastos de la ciudad, amenizado por la banda de músicos de la Guardia Republicana arribada de Lima. Los actos solemnes (misa y desfile militar) organizados por las autoridades compartieron espacios con las diversiones del pueblo, expresadas en las peleas de gallos y quema de fuegos artificiales.
Asimismo, el autor historiza los cambios de pertenencia jurisdiccional de Tingo María, desde los años coloniales en que integraba la intendencia de Tarma hasta su sucesiva incorporación en los departamentos republicanos de San Martín, Loreto, Amazonas, Junín y Huánuco. Explica las razones de su cambio de nombre por el de Leoncio Prado y proporciona información legislativa actualizada sobre la creación del distrito de José Crespo y Castillo, que lleva el nombre de un próspero agricultor y ganadero de la región, considerado también prócer de la independencia y artífice de la rebelión de Huánuco de 1812. De igual forma, alcanza detalles acerca de la creación de los actuales distritos de Pucayacu, Castillo Grande, Pueblo Nuevo, Santo Domingo de Anda y de los proyectos para crear los distritos de Supte San Jorge y la provincia del Alto Huallaga. El crecimiento comercial y poblacional de esos territorios justifica dotarlos de nuevo estatus político. La población anhela que la nueva demarcación permita aplicar políticas del Estado que permitan pacificar la zona del Huallaga y erradicar el narcotráfico mediante la introducción de cultivos alternativos sustitutorios.
En resumen, la investigación histórica realizada por Eliseo Talancha cumple, con creces, el objetivo que persigue la historiografía regional. En primer lugar, pone al alcance de sus coterráneos y el resto de peruanos una obra con amplia información y conclusiones fundamentadas en el análisis exhaustivo de los hechos históricos. En segundo lugar, ofrece una síntesis de conocimientos provechosos para fortalecer la identidad de las poblaciones regionales, abre el camino para futuros trabajos de otros historiadores huanuqueños y potencia el trabajo de las autoridades municipales, que pueden encontrar en la historia de la «patria chica» una motivación emocional para mejorar la vida presente y futura de sus comunidades locales.

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