Carlos Falconí explicita la importancia de la canción en la guerra cuando dice que la música “es una pócima mágica” y más adelante agrega: “Hay canciones que se han hecho en el fragor, en los picos más altos de la guerra sucia; en estados febriles por la impotencia de ser testigo de tanta matanza de gente inocente, que es lógico que tengan más fuerza, más cólera si se quiere (…) (las canciones) han tenido una utilidad enrome en determinados momentos, como en la guerra civil de España, han llenado vacíos y han llegado a ser ungüento para calmar dolores espirituales, algunas de estas canciones son consideradas como himnos…”.
La nueva canción que surge de las entrañas mismas de la guerra (que duró casi una década y media) sirvió de soporte anímico para no sucumbir y en este canto, las de Carlos Falconí fueron el soporte espiritual fundamental que, sosteniéndonos, ayudó a modular la conciencia y la indignación tuvo sus imágenes y sus sonoridades enaltecedoras.