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ISBN 978-612-49052-5-4

Análisis económico de América Latina y el Caribe y su vínculo con la pobreza y el Covid-19


Autor:Lázaro Guillermo, Juan Carlos
Riveros Torres, Luisa
Ramos Reategui, Marcelo
Escudero Vásquez, Humberto
Novoa Pallares, Oscar
Editorial:Mar Caribe de Josefrank Pernalete Lugo
Materia:Investigación
Clasificación:Economía urbana
Público objetivo:Profesional / académico
Publicado:2022-11-29
Número de edición:1
Número de páginas:0
Tamaño:5Mb
Precio:S/50
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

Inicialmente, el producto interno bruto (PIB) se concibió como una medida limitada de la producción a la actividad del mercado y por lo tanto, insuficiente no solo para medir el bienestar sino también para dar cuenta de toda la actividad económica de un país. Además de las actividades excluidas del producto interior bruto, como el mercado de trabajo doméstico y de cuidados fuera de otras actividades que no están debidamente valoradas a pesar de estar en el balance. Los costos y el acceso a la salud y la educación, los impactos ambientales, los bienes y servicios gratuitos son los temas más importantes para el bienestar de las personas y el ejercicio de sus derechos humanos, pero la base para la medición del PIB agregado aún no se captura por completo. A pesar de estas limitaciones, con la difusión del uso, el producto interno bruto se convirtió en una variable más ponderada para evaluar el desempeño económico y decidir sobre políticas nacionales. Las decisiones económicas que priorizan el crecimiento sobre el bienestar ponen en peligro el presente y el futuro de toda la sociedad.

Estas decisiones se toman debido a la distancia entre el PIB y el valor social. En la actualidad, la crisis ambiental y la pandemia del covid-19 han vuelto a plantear la necesidad de mediciones adicionales que tengan en cuenta el carácter económico, pero sobre todo cuán importantes son las dimensiones como el cuidado, el uso del tiempo y el bienestar. La pandemia ha puesto de manifiesto la interdependencia y la fragilidad de todos los cuerpos, variables que se han invisibilizado en la larga historia del pensamiento económico del que siempre han hablado los feminismos. En caso de emergencias, la insuficiencia de los fondos existentes para situaciones inesperadas en diferentes escenarios es generalmente evidente.

En este contexto, la afirmación feminista de la economía, que sitúa la sostenibilidad de la vida en el centro de los problemas económicos (Picchio, 2001; Bosch, Carrasco y Grau, 2005), aporta evidencias para lograr una recuperación sostenible tanto para los derechos humanitarios como el medio ambiente. La sustentabilidad de la vida es entendida como un proceso multidimensional, que se refiere no sólo a la posibilidad real de la continuación de la vida - humana, social y ecológicamente, sino también al hecho de que el proceso en cuestión significa condiciones de vida, calidad de vida aceptable para la población general (Bosch et al. 2005, p. 322). Esto último también significa que los estándares fueron definidos de manera democrática y justa (Carrasco y Recio, 2014).

En América Latina y el Caribe, la pandemia ha provocado múltiples crisis y ha exacerbado nodos estructurales de desigualdad de género. La región experimentó su peor recesión económica en más de un siglo las rutinas cambiaron en todos los ámbitos de la vida, generando profundos efectos sociales que se mantuvieron en tiempos de reactivación (CEPAL, 2021b). La crisis sanitaria rápidamente se convirtió en una crisis económica y social sin precedentes, revelando lo que es tan obvio, a veces olvidado: sin salud, sin cuidados, no hay economía (CEPAL, 2022).
Para evitar contagios, tuvo que adaptarse a restricciones de movimiento, otros trabajos y nuevos tratamientos. Al mismo tiempo, quedó más claro que nunca que los ingresos no son una medida perfecta del bienestar y que los intercambios no monetarios juegan un papel central en el sostenimiento de la vida. La atención brindada en los hogares y también en viviendas, que no está evaluada en el marco del PIB, fue necesaria en las condiciones de la pandemia.
En la Conferencia Estadística, se evidencia que los países han tenido avance con respecto al reconocimiento, medición y evaluación de este segmento laboral de cuidados a la salud y a la vida. Durante 5 años, el Plan de Acción Regional de Género ha desafiado a romper el silencio estadístico y visibilizar lo que el PIB no mide. De manera similar, los países de la región han avanzado en la Conferencia Estadounidense de Estadística en la definición de estándares de medición para calcular el tiempo dedicado a las tareas domésticas y de enfermería. Esta sinergia de multilaterales regionales ha permitido hasta ahora que 23 países midan usos del tiempo y 10 países calculen su contribución financiera.
Los países que han medido y estimado el tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado evidencian no solo su injusta distribución, sino también cómo se ha trabajado para incrementarlo durante esta crisis, a costa de las mujeres. La injusta distribución no se limita a las divisiones domésticas del trabajo que se repiten en todos los países de la región, lo que evidencia la baja participación de los hombres. Esto también significa la desigualdad que existe entre hogares con diferentes capacidades para tercerizar tareas domésticas y de cuidado y diferente acceso a seguridad social e infraestructura gubernamental que alivia la carga del transporte público para acceder a servicios médicos y educativos. Vida central significa descentralizar o quitar el espacio protagónico atribuido al mercado, alrededor del cual se construye el indicador económico más importante: el PIB. Esto requiere mediciones integrales y multidimensionales para revelar los aspectos no comerciales de la organización social y económica. Observar estos otros aspectos revela dimensiones de bienestar que van más allá de los ingresos y la producción de mercado.
Este trabajo que tiene como objetivo generar nuevas reflexiones sobre la importancia del cuidado de la vida y del planeta, en contraste con el estilo actual de desarrollo, que prioriza la acumulación de riqueza y transita así hacia una sociedad social como estrategia para un restablecimiento transformador de la igualdad. Esto requiere medidas que tengan en cuenta las profundas conexiones entre las dimensiones económica, ambiental y social.
Medidas que consideran la reproducción social, los procesos y los tiempos que requieren, así como los tiempos de mantenimiento, que son parte importante del bienestar (Carrasco y Recio, 2014). Los avances regionales en el reconocimiento político de la importancia del tiempo como medida del bienestar y en la definición de instrumentos que desafían el sesgo androcéntrico de la corriente económica dominante permiten a los países de la región utilizar medidas alternativas del PIB, centrándose en lo que la gente valora la vida. El PIB desagregado no se trata de ignorar su utilidad, sino de brindar mediciones y respuestas que vinculen las variables claves para el análisis económico y la toma de decisiones.
En América Latina y el Caribe, el crecimiento casi se detuvo en 2019. En enero de 2020, se esperaba que el crecimiento se recuperara a 1,6 por ciento este año, pero este panorama ahora ha cambiado radicalmente debido a la crisis humana y económica causada por el coronavirus países de la región están tomando medidas decisivas para contener la propagación del virus. Estas medidas restrictivas significan un cierre parcial y organizado de la economía y resultan en una pérdida significativa del PIB. Esta es una situación sin precedentes. Una caída aguda y amplia del PIB tiene poco en común con los negocios normales o los ciclos comerciales, y existe una incertidumbre considerable sobre cómo se desarrollará esta crisis en América Latina y el Caribe por ello se presentan algunos eventos mundiales y escenarios de crecimiento en la región. Por otra parte, se presenta una descripción general de las posibles respuestas de política sobre la situación de la política monetaria, las medidas de política del banco central, el estado del sector económico y su uso como ayuda para empresas y hogares,
En enero de 2019, se esperaba que América Latina y el Caribe creciera un 2% en el año, pero según las últimas estimaciones, el resultado fue cercano a cero. La desaceleración se debió a una lentitud del crecimiento económico mundial y varios factores internos. Se esperaba una modesta recuperación en enero de 2020, de a 1,6 % en 2020 y 2,3 % en 2021.
Estas estimaciones ahora han cambiado radicalmente debido a las nuevas epidemias de covid-19. En enero de 2019, se esperaba que el crecimiento de la producción mundial fuera del 3,5 %. En el mismo año, pero según estimaciones recientes fue solo del 2,9 % en 2019. Las tensiones comerciales y la incertidumbre política general se mencionaron como las principales razones detrás del declive económico en la producción mundial. Después de esos eventos, hubo una serie de hitos comerciales: el acuerdo comercial Fase 1 entre China y Estados Unidos, la ratificación por parte del Congreso de Estados Unidos del acuerdo comercial Estados Unidos-México-Canadá. La Salida relativamente controlada del Reino Unido de la Unión Europea (a menudo denominada Brexit).
Pero la crisis del covid-19 ahora ha causado costos humanos y financieros muy altos en todo el mundo. A principios de abril de 2020, la cantidad de casos siguió aumentando rápidamente, lo que elevó la cantidad de personas infectadas a más de 1 000 000. Para establecer un antecedente, más de 240.000 murieron en julio de 2002 y 2003 Debido a la naturaleza altamente contagiosa del (sars), los países tuvieron que recurrir a medidas extremas, incluidas cuarentenas, confinamientos y cierres de empresas a gran escala.
En el año 2020, para frenar su propagación, evitar la hospitalización, sobrecargar y salvar vidas en la primera mitad del año, el PIB se reduce drásticamente a la mitad en todo el mundo. Mucho depende de la duración esperada de la crisis y de la forma y velocidad de la recuperación. Varios bancos de inversión importantes pronostican un crecimiento económico mundial negativo para 2020, de -1% a -31% del PIB, pero estas cifras están sujetas a una gran incertidumbre. La epidemia comenzó en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes en la provincia de Hubei de China central. Hubo tres fases en la respuesta inicial en esta ciudad. Un análisis académico detallado dirigido por la Escuela de Salud Pública de Harvard sostiene que solo la tercera fase, un confinamiento muy agresivo, podría finalmente controlar la propagación. La experiencia de Wuhan muestra que las medidas fuertes pueden marcar una gran diferencia en los desbordamientos de los centros de la ciudad, otros países como Corea del Sur y Singapur parecen haber tenido cierto éxito a nivel nacional con medidas menos intrusivas, como pruebas más generalizadas, seguimiento de contactos y políticas de cuarentena.
Estos países también estaban mejor preparados que muchos debido a su experiencia con el brote de sars en 2002. En enero de 2020, se esperaba que la economía de China se ralentizara del 6,1 % en 2019 al 6,0 % en 2020 y al 5,8 % en 2021. Debido a los acontecimientos de los últimos meses, la tasa de crecimiento de China es difícil de predecir, pero parece probable que habrá una disminución significativa en el primer trimestre, seguida de una recuperación.
Hay mucha incertidumbre sobre el alcance de la disminución y la tasa de recuperación. Los principales bancos de inversión sugieren que el crecimiento de China podría ser 1-3% para 2020, pero existe incertidumbre en ese rango. La buena noticia es que hay signos de recuperación. La economía de EE. UU. Alcanzó su undécimo año de crecimiento en 2020 (crecimiento más largo registrado). El desempleo está por debajo del 4%, se espera que el crecimiento sea de alrededor del 2%. La Reserva Federal 2% como objetivo en el mismo año. En diciembre de 2019, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) esperaba que la tasa base se mantuviera sin cambios en 2020 (una minoría esperaba un aumento) de 0.25% en 2021. Esta imagen ahora ha cambiado dramáticamente y en muy poco tiempo, debido al aumento en el número de infecciones por coronavirus. Para frenar la propagación a fines de marzo de 2020, en la mayoría de los estados de EE. UU., Washington, D.C. y Puerto Rico recibió órdenes de quedarse en casa, lo que afectó aproximadamente al 85% de la población, o aproximadamente 227 millones de personas, y todos los negocios no esenciales cerraron. El cierre parcial ya ha tenido un gran impacto en la economía, con un aumento inicial de solicitudes de seguro de desempleo en la semana que terminó el 21 de marzo con 3,3 millones, seguido de otro récord de 6,6 millones en la semana que terminó el 28 de marzo.
El récord anterior fue de 695.000 en octubre de 1982. Esta rápida disminución del empleo eliminó el incremento de puestos de trabajo desde 2015 y terminó la década récord de alrededor de 22 millones de puestos de trabajo. La tasa de paro de marzo de 2020 fue de 4.4%, ronda la tasa de paro de 2017.
En este sentido, la pandemia del covid-19 está generando una triple crisis combinada y asimétrica a nivel mundial y en América Latina: sanitaria, económica y social (CEPAL, 2020a, 2020b y 2020c). En primer lugar, está la crisis sanitaria, como lo demuestra el brote múltiple de casos de covid-19, situaciones críticas de salud y muertes relacionadas directamente con la pandemia. Junto con Estados Unidos, la región se ha convertido en el epicentro de la pandemia sistemas de salud estuvieron colapsados, lo que provocaba otras posible crisis de salud debido a otras enfermedades y padecimientos que el sistema no puede manejar.
La asimetría de la crisis sanitaria se refleja en cómo el virus provoca diferentes tasas de infección y mortalidad en las distintas poblaciones y su capacidad para recibir un tratamiento adecuado debido al complejo desarrollo de la enfermedad que desemboca en la crisis económica cada vez más aguda y profunda. Esto se debe a un doble choque -demanda y oferta- y tiene tanto efectos nacionales de las estrategias de control epidemiológico, que tienen efectos agudos en los sectores no transables, como efectos globales de una combinación de efectos nacionales en el comercio internacional y su impacto en sectores transables (CEPAL, 2020a; FMI, 2020; Banco Mundial, 2020).
Ambos choques están estrechamente asociados con fuertes interdependencias y procesos asimétricos. Los efectos antes mencionados se manifiestan en tres dimensiones adicionales: una disminución de los ingresos, que se relaciona con la necesidad de aumentar los gastos, lo que pesa sobre el déficit de las finanzas públicas y el endeudamiento; los posibles procesos de inflación, generalmente no esperados, pero que pueden darse para determinados bienes y servicios, y finalmente, el riesgo de cortes en las cadenas productivas y de pago, evitado hasta el momento, puede introducirse con fuerza si la crisis sanitaria se prolonga durante mucho tiempo. Finalmente, no se puede descartar una crisis financiera, todo lo anterior es más evidente en la región por tres simples razones: La región estaba en un ciclo económico negativo porque antes de la pandemia, se sabe que la capacidad fiscal de los países de la región es menor, que el estado de las cadenas productivas de los países desarrollados de pagos y sus nodos de estabilidad financiera son más débiles que los de los países desarrollados.

Para enfrentar la crisis sanitaria se requiere implementar una estrategia de aislamiento físico, lo que reduce significativamente la movilidad y afecta el empleo y los ingresos, pero los costos sociales significativos. Además, el cierre de servicios públicos clave como escuelas y otros centros educativos aumenta estos costos sociales y la crisis de atención (Blofield y Filgueira, 2020). También se sabe que el impacto negativo de estas estrategias de aislamiento sobre los ingresos, el empleo y las condiciones de vida en general es más crítica en los sectores pobres y sin capacidad de ahorro previa, con carencia de vivienda y acceso a los servicios públicos básicos de los trabajadores pobres e informales.
La evidencia disponible sugiere que la población pobre informal involucrada en el sector carece de estabilizadores automáticos (como seguro de desempleo y otras estrategias de seguro), acceso a seguridad social y ahorros, y mayores dificultades para recuperarse de shocks económicos adversos y regresar a las actividades anteriores son la población más vulnerable al aislamiento físico debido a los efectos directos e indirectos del covid-19.
De esta forma, una estrategia de salud exitosa que permita un aplanamiento consistente de la curva de contagios está indisolublemente ligada a una estrategia económica y social que haga viable una estrategia de aislamiento físico. Sobre todo, la viabilidad de una estrategia económica y social en la fase aislada depende de su capacidad para tomar en cuenta los eslabones más débiles de la cadena económica y la estructura social. En otras palabras, podemos abordar la viabilidad económica y social de los actores y grupos más vulnerables y los pobres en el contexto de aislamiento físico (Blofield y Filgueira, 2020). La viabilidad económica y social de estos grupos vulnerables y pobres requiere, como uno de los ejes principales, la posibilidad de obtener una renta básica que desaparecerá por un shock económico al empleo y a la provisión de servicios públicos básicos. (luz, agua potable y teléfono e Internet).
Estas garantías de subsistencia y aquellos servicios públicos básicos durante el aislamiento físico son necesarios para asegurar las condiciones mínimas de sobrevivencia, para posibilitar el trabajo, la educación y las actividades sociales desde el hogar y la disponibilidad de los sistemas de comunicación las cuales permiten continuar con la educación no presenciales e informar a la población y los contactos que la necesita para solicitar y recibir diversas ayudas estatales y comunitarias.
Una gran parte de la población, que difería más significativamente de un país a otro, carecía de estas condiciones básicas antes de la pandemia. Otra parte aún mayor de la población puede perder estos accesos y condiciones básicas por los efectos de la pandemia y la estrategia epidemiológica para contenerla.
Así mismo, hay otra parte de la población que es capaz de soportar el trastorno radical que provoca la pandemia y la estrategia epidemiológica en el corto plazo, pero si la situación continúa en el tiempo y en cambio es capaz de sobrerregular su consumo, incidiendo negativamente en el shock de demanda ya existente, que lo agrava.
El reto es, por tanto, triple: elevar aquellos sectores en los que antes de la pandemia había un déficit asistencial extremo, evitar que los sectores afectados por este efecto caigan en esta situación y asegurar un nivel de compensación aceptable para los sectores bajos y medios. El empleo se reducirá significativamente para garantizar la evitar una sobre corrección negativa del consumo y, por lo tanto, de la demanda agregada. La solución más directa a este triple desafío es crear una renta básica para los ciudadanos, financiada por una estructura fiscal progresiva como primer y principal pilar, siendo los otros pilares importantes la seguridad social y el acceso universal a una atención de salud de calidad. No todos los países pueden y no quieren elegir un modelo de este tipo. Pero en todo caso, sirve como plan de acción y proporciona parámetros para evaluar medidas que los gobiernos crean en torno a herramientas ya disponibles en los sistemas de seguridad social y transferencias no contributivas y otras herramientas de transferencia en salud.

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