Para el autor, la poesía es el invento de imágenes claras, que compartes en palabras y vas expresándolas con sencillez y simpleza. Además, con la textura de silabas, el reto es hacerlo en pleno día o en las largas noches sin luz (sin brújula ni mapas), y sin necesariamente reflexionar sobre el momento, sino más bien, concentrarse en contar detalles, miradas, ánimos y aventuras, a partir de experiencias personales vividas.
En este caso, la obra radica en imaginar una creación poética agregando números, fórmulas, la ubicación de las calles y la altura de techos, pisos y edificios de una “mega ciudad” avasalladora, que hasta el infinito seguirá rodeada de cemento, cielos lúdicos, juegos de luz, versos limpios y gente emprendedora de temperamento temerario, que reside bajo rascacielos y cristales vivos que sueñan a la par. Es sentirte en un andar sutil y que mientras respiras, todo a tu alrededor se desliza como un imperio de luz.
“…estoy ubicado justo a 4 paredes de la tristeza y a 1 solo guiño de ti/ sobre 18 millones de nubes y 7 segundos del sol. ¿Importa? /… en la inmensidad simplemente decido respirar/… aunque me percate que afuera, llueve y llueve”.
En este poemario, los ruidos, las lágrimas, los movimientos y misterios cotidianos son descritos acompañados de simples cifras y eso lo hace atractivo, puesto que los números son parte de una realidad tan cosmopolita como la neoyorkina.
En definitiva, esta obra NY Numérico la componen trazos vivos de una historia poética, extremadamente citadina, que envuelve la parte surrealista de tu imaginación.
Diplomático