El mundo está poblado de signos. Y en medio de toda esta vorágine digital se vuelve imperativo que el ser humano se apropie de tales signos, no solo para comprender el contexto en el que vive, sino para expresar su propia realidad. Y es que expresar nuestro mundo inmediato requiere de técnicas que van más allá del simple hecho de hablar. Ya no es suficiente nuestro empirismo diario, sino fijar mecanismos que nos permitan sostener la libertad y el desborde del lenguaje hasta hacerlo mucho más preciso, sostenido y claro.
Para lograr ello, los autores nos brindan un conjunto de herramientas a fin de sujetar al yo, ese yo que más de las veces nos contradice y juzga ante el primer ensayo y error. Acudiendo a la psicología, a la lingüística y a la neurociencia, los autores nos invitan a la reflexión desde la academia tomando en cuenta sus propias experiencias. Aquí solo me queda añadir una obviedad todos los autores son oradores competentes que han sabido promover desde el ejemplo diversos recursos metalingüísticos que van más allá de la voz, el espacio o la mera postura: es la voz del intelectual que a base de incontables batalles dialogales ha sabido salir airoso para entregarnos este enjundioso manual.
El arte de la expresión oral es, en ese sentido, un libro utilísimo, lleno de reflexiones e información académica fresca y sugerente que nos permite ahondar en nuestros propios miedos y, sobre todo, a tener y hacer sentir nuestra presencia en esta difícil esfera comunicacional de la que parte el mundo.
Ica, 1952-
Chincha (Ica), 1978-
Loreto, 1954-
Pucallpa, 1971-
Pisco (Ica), 1975-
Contamana (Loreto), 1979-