Sin lugar a dudas, el pueblo peruano tiene hambre y sed de justicia; está harto de tantos intentos fallidos y de muchas reformas sin fortuna. Ya no soporta más ver que la configuración que se tenía de un gran país del Bicentenario, sólo haya sido un sueño delirante. Pero, dejando atrás ese pasado vergonzoso, tenemos la gran posibilidad de volver a pensar e imaginar el país que queremos ser. Y a partir de este momento, emprender el camino para hacerlo realidad; entendiendo que hay mucho que reforzar y construir. Ya no podemos seguir ignorando lo que los indicios en estos últimos años nos han demostrado, con claridad meridiana, a un país fragmentado, corroído por la corrupción y la devastación de nuestro medio ambiente; en donde las personas que piensan diferente a los tiranos y corruptos son consideradas como un peligro para la sociedad. Esta es la gran oportunidad histórica que el momento coyuntural nos pone en manifiesto para poder asumirlo con osadía, a pesar de las inmensas dificultades que esto supone al iniciar esta ruta que deseamos transitar. Hoy es el tiempo de pensar cómo queremos ser los peruanos del futuro. Imaginar, siempre ha sido el inicio de algo grande y maravilloso. Habrá que pensar cómo derrumbar lo ya pensado. Cómo terminar con este sistema político perverso, que ha generado tanta corrupción y maldad. Cómo desmoronar este sistema económico salvaje, que ha permitido que una minoría viva en palacios orientales y las mayorías en barrios de miseria. Pensar en qué consiste vivir y cómo hacer para lograr una existencia feliz. Tenemos que cambiar, porque el grito de las nuevas generaciones así lo reclaman.