“Ningún libro científico, ningún ensayo e investigación, ha mostrado tan grave divorcio social como la extensa novela Todas las sangres que, a juicio de la crítica, es la más ambiciosa y lograda creación del novelista peruano. En ese libro que es como un mural caótico, como el fresco desatinado de un frenesí en que aparecen todas las sangres, todos los hombres, las clases, las razas, los oficios, las ambiciones, las tragedias, las alegrías, los crímenes, los amores, se destapa la marmita hirviente del Perú contemporáneo. En ese vasto cuadro coexisten el feudal de horca y cuchillo, el comunero libre, el obrero pauperizado, el nuevo capitalista, el agente político, el señor empobrecido, el estudiante inconforme, el banquero despiadado, el consorcio imperialista, el sirviente sumiso, el campesino emigrado, la señorita incorruptible, el militar violento, todas las sangres, los mitos, las innovaciones, las muertes, las resurrecciones, en una bullente simultaneidad de contradicciones dinámicas y también paralizantes. El punto de vista sobre este inmenso paño vivo no es el del lector previsible del libro, el lector culto de la ciudad habituado a la literatura, y para él Todas las sangres será una desquiciante revelación, un brutal desmentido al optimismo fácil que cifra en la transculturación y el mestizaje un poco bajo el efecto del espejismo de Lima y otros centros urbanos, la ordenación de esta nacionalidad en agraz. En agraz porque como en una constelación nebulosa, giran en torno a una esperanza miríadas de violentos microcosmos en combustión, regidos por una hasta ahora enigmática norma que, sin embargo, no es la de la convivencia en comunidad, la de la nación propiamente dicha”.
Sebastián Salazar Bondy