La pretendida solución, por parte del Estado, de los conflictos más intolerables a través de un poder de carácter coercitivo que no repara ni detiene un peligro en curso o inminente, en los últimos años ha ocupado nuestra atención. Ya que este tipo de coerción en el transcurso de la historia siempre ha tenido una estructura que no ha variado en nada, que incluso, aunque no suene creíble, lejos de solucionar problemas, sirvió para asesinar a inocentes y colonizar a los “nuevos mundos”, convirtiéndolos en víctimas, y que, virtualmente, tuvo y tiene discursos que lo legitiman de alguna u otra manera; los mismos que en esta era de colonialismo en su fase superior, han llegado a publicitarse de forma más accesible a través de los medios de comunicación masiva, construyendo una realidad social de este fenómeno que evidentemente no concuerda con lo que realmente está sucediendo, no interesándose por tratar de salvaguardar a las víctimas, que al fin y al cabo es lo que realmente importaría.