La transformación de la educación universitaria comienza desde el corazón mismo de las aulas, donde los docentes despliegan su talento y moldean el futuro, de esos jóvenes que con anhelos y aspiraciones desean alcanzar la profesionalización.
Las universidades exigen niveles académicos a sus catedráticos, así como aportes científicos, que se conjugan desde la triada del quehacer universitario. Los profesores asumen posturas que implican rigurosidad y métodos, que se vislumbren en su “transmisión de conocimientos”, que los estudiantes deben procesar y memorizar para decir que han aprendido. Sin embargo, la realidad social y tecnológica, deja entre ver que el “producto” que la universidad está creando, no cumple con las exigencias y las necesidades de la sociedad peruana.