En “El laberinto”, de Daniel Mogollón Alegría, nos adentramos en un reino donde la frontera entre la realidad y la fantasía se disuelve en una neblina de maravillas y horrores. Los seres fantásticos no solo pueblan los sueños y recuerdos de los personajes, sino que también son protagonistas de una lucha encarnizada, un conflicto que se extiende más allá de la mera narrativa para cuestionar la propia naturaleza de la existencia y la memoria.
Mogollón Alegría, con su destreza narrativa, construye un mundo paralelo que es un microcosmos de posibilidades infinitas, un lugar donde cada escenario es un reflejo distorsionado de nuestras más profundas ansiedades y deseos. Su uso del lenguaje es una coreografía de palabras que juega con el tiempo como un relojero que manipula las manecillas del destino, presentando peligros que son a la vez íntimos y universales.
La obra es un desafío constante a las emociones del lector, un laberinto en el que cada vuelta es una invitación a perderse en los pasajes ocultos de la imaginación y la fantasía. “El laberinto” no es solo un libro; es un artefacto literario que transforma al lector en un peregrino en busca de la verdad oculta en el corazón del misterio.
Piura, 1981-